Los esports, como todo negocio joven se va construyendo desde el ensayo y error. Si nos presuponemos que el tiempo mejora la actividad, desde el aprendizaje de los errores del pasado, deberíamos tener una actividad sana. Pero pareciera que las malas prácticas se mantienen.
Enviado por Joaquín González*
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Los esports como todo negocio joven se va construyendo desde el ensayo y error. Si nos presuponemos que el tiempo mejora la actividad, desde el aprendizaje de los errores del pasado, deberíamos tener una actividad sana. Pero pareciera que las malas prácticas se mantienen, dado que se busca, a toda costa, profitar teniendo el menor gasto posible (Una “maña” por lo general de cualquier empresario o mal llamado “emprendedor”).
La escena latinoamericana no es ajena a las polémicas y tuvo un nuevo capítulo esta semana: algunos jugadores que compiten en la Liga de Honor Entel de Chile acusan a Valorous de impagos, no solo en semanas, sino meses y, en algún caso, el año. Cuando la LVP se hizo cargo del Tier 2 regional, la excusa de Riot y de la misma LVP para terciarizar la las ligas era mejorar el competitivo traduciendo, con ello, la por fin anhelada dignidad laboral desde una escena rudimentaria como la fue el antiguo Circuito de Leyendas, en la que las promesas de los organizadores y los dueños de equipos estaban más cercanos al cuento de “Pedrito y el Lobo”.
Pero como buena historia latina, el drama debe ser el arroz y la negligencia la proteína. En la que la LVP, haciendo ciego de las quejas y para no deslegitimar su competición mantiene a un equipo que ya lleva 3 splits con llamados de atención de los mismos jugadores quienes, al final, son el combustible de este show llamado League of Legends. De pasada Valorous, en un aleteo de ahogado, pone un comunicado escueto en el que, como político con baja aprobación, se aplaude a el mismo, negando las acusaciones de antiguos staffs y jugadores, apelando a que son declaraciones injustas. La comunidad pide la salida de la organización, los jugadores quieren su remuneración y el dueño de la competición mudo ante algo ya recurrente.
Pensé en 2017 y desde mi ingenuidad estando en el Tier 1 sudamericano, que esto ya era profesional. Pero siento que solo es una linda etiqueta. “Esto no volverá a pasar”, “trabajamos para ustedes”: esto ya lo escuché.
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